sábado, 20 de febrero de 2010

Son inaudito

Qué presencia más precaria de fulgor aquella que me embalsamó con su saliva y cuya lengua se enredó una vez más en mis oídos, aquella más precaria aún de palabra, aquella que me viste de asombros y me llena de recelos un mes más, aquella que, del este al oeste, mis atisbos no quiso escuchar.
Me sirve de nada su vista, me sirve de poco su mirada, nada más.
Nada más, jugar también a escondernos del silencio no pasa de moda.
Más adelante están, además, los que al silencio cortaron las cuerdas vocales y yo, acá, sorda de tanto farfullo que este silencio provoca a mi alrededor.

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