miércoles, 17 de febrero de 2010

1:11 a.m.

Desde un quinto rincón, practica su tiro al blanco sobre pupilas gastadas de ver sin mirar. Acaricia sus dígitos cada sesenta sin importarle alguno que se retrace. Solo avanza, sólo.

Se acerca, me distrae, me seduce, me toma de las manos con sus disparejas manecillas, me balancea y ejercemos el vals de las horas perdidas. Se esfuman los recuerdos. Nada que reclamar, nada que añorar, nada que reprochar, todo se detiene.

La cabeza me da vueltas, no sé dónde estoy.

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